El tiempo medio que pasamos delante de las pantallas de los dispositivos digitales es un tema de preocupación y controversia en los últimos años, sobre todo cuando se refiere a la población infantil y adolescente.
En su libro libro “iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy—and Completely Unprepared for Adulthood—and What That Means for the Rest of Us “(2017) la psicóloga Jean Twenge describe un punto de unión entre el aumento de los «smartphones» y las redes sociales y el incremento de la depresión, la ansiedad y la soledad entre los jóvenes de hoy. La autora asegura que el incremento del tiempo con las pantallas de estos dispositivos (en detrimento del tiempo dedicado a actividades más saludables) es el culpable de esta situación.
Los principales descubrimientos de Twenge se basan en encuestas y estudios, incluyendo el informe anual Monitoring the Future de Estados Unidos, y correlaciona los niveles de felicidad de los niños y adolescentes con el tiempo que pasan delante de pantallas y el que no pasan con los dispositivos electrónicos y asegura que aquellos que pasan más tiempo en Internet, redes sociales y enviando mensajes son más propensos a ser infelices.
Mientras la tecnología puede ayudar a especializar algunas habilidades cerebrales, hay quien teme que esto tenga un efecto perjudicial. La omnipresencia de los teléfonos móviles inteligentes y tabletas significa que todos nosotros tenemos un ordenador de alto rendimiento al alcance de la mano en cada momento. Tener todo el conocimiento del mundo tan accesible, por supuesto, supone un gran beneficio en todo tipo de situaciones, pero puede hacer que entonces sea suficiente para tener éxito el saber hacer buenas preguntas más que el saber contestar las respuestas.
Hay investigadores, como Susan Greenfield, de la Universidad de Oxford que defienden que el uso de la tecnología, sobre todo por parte de los niños, puede modificar sus estructuras cerebrales. En su libro “Mind Change: How Digital Technologies Are Leaving Their Mark on Our Brains” (2015) recoge datos e investigaciones sobre el impacto en los nativos digitales de la tecnología:
Las redes neuronales pueden verse afectadas por la gran cantidad de estímulos audiovisuales, como los juegos pueden dar forma a un paisaje químico en el cerebro similar al de los adictos al juego y cómo el uso excesivo de los sitios de redes sociales limita la maduración de la empatía y la identidad.
La investigadora Patti M. Valkenburg en esta investigación (2009) que revisaba estudios de los últimos 20 años halló que una red social puede mejorar la autoestima de los jóvenes y mejorar su calidad de relación con sus amistades. Pero esto no es aplicable a todo el mundo.
Mientras la gente más joven utiliza las redes sociales para conectarse con la gente que ya conocen, algunos lo utilizan para relacionarse con gente que no conocen, que forma parte de una experiencia totalmente diferente. Lo mismo ocurre con los videojuegos. Jugar a los videojuegos no supone ningún problema para la mayoría de la gente, pero para un porcentaje pequeño puede desembocar en querer jugar compulsivamente e incluso generar adicción.
Según Valkenburg, los efectos positivos y negativos de la tecnología son, por lo general, estadísticamente pequeños y hay más variantes entre los individuos que entre las diferentes generaciones.
Foto: Woman using a smartphone social media concept <a href=»https://www.freepik.es/fotos/mujer» creado por rawpixel.com