EL OJO QUE NOS HIZO HUMANOS

Una pareja de adolescentes están sentados en el vagón del metro. Cogidos de la mano, ella reclina la cabeza sobre el hombro del chico.

En un parque un niño está en el suelo, al lado de un banco donde están sentados sus padres. Está totalmente concentrado montando y desmontando un juguete que tiene entre sus pequeñas manitas. Cada vez que consigue ensamblar correctamente las piezas su cara se ilumina de felicidad por el logro. 

En el centro de salud, un paciente detalla con precisión a su médica qué es lo que no va bien y lo que le preocupa de su salud. La médica recoge con atención todos los datos para poder emitir un diagnóstico.

En un colegio, un profesor está explicando a sus alumnos el contenido previsto para ese día. Todos están en silencio mientras él continúa con la clase. Pregunta si hay alguna duda, pero nadie parece tenerla. 

Son situaciones cotidianas. Si se las hubiera descrito así a mi abuela, seguro que las hubiera imaginado sin problema. Pero lo que ella no hubiera colocado en la escena es que la pareja de adolescentes no se estaban mirando a los ojos con ternura, estaban mirando la pantalla de su teléfono móvil. Los padres no estaban mirando los logros de su hijo mientras jugaba, y sonriéndole con alegría, estaban mirando la pantalla de su móvil. La médica no estaba mirando a su paciente mientras escuchaba sus síntomas, estaba mirando la pantalla de su ordenador. El profesor y los alumnos no estaban en el mismo espacio, estaban cada uno en su casa, conectados a través de videoconferencia, y mirando cada uno la pantalla de su ordenador.

¿Qué información nos aporta la comunicación no verbal?

La mirada forma parte de la comunicación no verbal, que es uno de los códigos más antiguos de la evolución humana, anterior a la comunicación lingüística. Mucho antes que la voz, la comunicación no verbal permitió a nuestros antepasados coordinarse y cooperar con sus congéneres para sobrevivir.

Compartimos con los primates la capacidad gestual, que constituye el origen del lenguaje simbólico humano, y su misión en la regulación de la conducta social (apareamiento, búsqueda de alimento, cuidado de las crías, relaciones de sumisión y poder…) 

La comunicación no verbal sigue teniendo un papel básico, ya que nos aporta una información que muchas veces relegamos a un segundo plano, puesto que no somos conscientes de que la estamos procesando, pero que confirma o rechaza la información verbal a la que acompaña.

¿Qué ocurre en el cerebro cuando miramos a los demás a los ojos?

El contacto visual directo, la mirada, es una de las señales no verbales más frecuentes y poderosas en los humanos, y se utiliza en contextos de intimidad, intimidación e influencia y estatus social.

La evolución se encargó de dotar al Homo Sapiens de una esclerótica que es considerablemente mayor en comparación con el resto de animales, y su finalidad es la de  poder detectar con exactitud la dirección de la mirada de los demás. Este hecho es considerado como relevante por algunos investigadores en el desarrollo de las habilidades sociales de nuestros antepasados, ya que les permitió comunicarse mejor y actuar en grupo para cazar y defenderse de los depredadores.

studio portrait of human and dog eyes

Por tanto, el blanco de nuestros ojos nos permitió evolucionar como especie respecto a otras gracias a la cooperación del grupo, pero también convirtió a nuestros ojos en una ventana abierta a nuestro mundo interior, a nuestras emociones más básicas.

«La cara es el espejo del alma, y los ojos sus delatores.»

Cicerón

Cuando miramos a alguien a los ojos se produce la conexión entre dos sistemas nerviosos que han evolucionado durante millones de años para favorecer una comunicación social o íntima, palpable y de utilidad.

La mirada está enmarcada en el rostro, que es la primera fuente de información social que percibimos cuando nacemos. Los bebés, a pesar de su baja agudeza visual son capaces de diferenciar entre rostros conocidos y extraños, e incluso identificar emociones en las caras humanas. 

El primer sistema mamífero de apego fue el olfato, pero en los humanos la vinculación se establece fundamentalmente a través del canal auditivo y visual.

Cuando no hay contacto ocular o auditivo la vinculación se vuelve difícil.

Los niños que nacen ciegos , por ejemplo, manifiestan muchos de los síntomas de los niños autistas. En ambos casos, aunque reciban los cuidados amorosos necesarios, son incapaces de establecer conexiones emocionales plenas con los demás.

Los estudios con técnicas de neuroimagen revelan que la zona del giro cingulado anterior se activa cuando se mira la fotografía del rostro de una persona amada o cuando una madre escucha el llanto de su hijo. La actividad de esta zona del neocórtex es máxima en los individuos que también puntúan más alto en los tests de conciencia social, y además esta zona tiene una de las inervaciones dopaminérgicas más abundantes de todas las áreas corticales, de ahí el “chute” de motivación que nos aporta la conexión emocional con los demás, facilitada por la conexión visual y auditiva.

Las personas sacamos conclusiones acerca de los estados de ánimo y de las intenciones de los demás, y los ojos, y particularmente las pupilas, son especialmente importantes para evaluar todos estos aspectos. Un estudio de la Universidad de Leiden dio como resultado que durante el contacto visual entre dos personas, estas tienden a reflejar el tamaño de la pupila de la persona con la que están conversando. Este mecanismo, que compartimos con los simios, y que somos capaces de realizar desde los primeros meses de vida, indica el grado de confianza con la persona con la que se está hablando y es un indicador de la empatía.

¿Qué ocurre cuando nos comunicamos a través de las pantallas de los dispositivos?

Los expertos en comunicación han escrito mucho sobre qué factores hacen que la comunicación sea efectiva, sobre todo en entornos de comunicación empresarial y ventas. También en situaciones sociales y personales se ha escrito mucho sobre cómo comunicarse mejor con los demás.

El éxito o fracaso de nuestras intervenciones comunicativas depende en gran medida de cómo gestionamos el contacto visual con el interlocutor. Cuando se está manteniendo una conversación, lo más importante es mirar a los ojos de la otra persona, por lo menos, el 75% del tiempo mientras se escucha y el 90% mientras se habla, pues, si no se mira a los ojos de la persona con la que se está hablando, podemos dar la sensación de falta de interés en nuestra conversación.

Pero, ¿ qué pasa cuando nos comunicamos a través de una pantalla? Detrás de los dispositivos hay seres humanos, y el contacto visual sigue siendo una herramienta esencial para la comunicación. La mirada expresa matices que el lenguaje no puede, y facilita la empatía y la conexión emocional con los demás. Una mirada franca, una sonrisa y una actitud corporal de escucha invita a la conversación y da confianza al interlocutor.

El contacto visual está disminuyendo tanto en el entorno laboral como social, y está teniendo un efecto negativo en nuestro sentido de la capacidad de conexión emocional para influir o impresionar a los demás.

Según un estudio de Quantified Communications, una empresa americana especializada en comunicación, los adultos, hacemos contacto visual entre el 30 y el 60% del tiempo, cuando lo normal para crear una buena conexión emocional sería de 60-70%.

La misma expresa señala que la clave para una comunicación virtual exitosa es aprender a mantener a las personas involucradas en una situación en la que las distracciones son abundantes y la capacidad de atención es más corta que nunca. Y uno de los mayores desafíos es simular el contacto visual con audiencias virtuales.

Revisar el teléfono continuamente, realizar multitareas con los dispositivos en reuniones, atender a otros asuntos durante las videollamadas…, han generado la costumbre de interactuar con los demás con poco o ningún contacto visual.

Un estudio realizado ya hace 8 años en Reino Unido, analizó el tiempo que dedicaban los jóvenes británicos a las pantallas y a sus parejas, ganando las pantallas en su cuota de atención con 22 minutos más al día de media. 

Los docentes de la etapa de Educación Infantil expresan que cada vez los niños llegan menos estimulados a nivel de interacción social y de lenguaje, sobre todo aquellos que provienen de entornos menos favorecidos, y que incluso algunos piden expresamente “ver la tele” o el móvil en vez de jugar o interactuar con los demás niños. 

La pandemia ha incrementado las clases virtuales, donde los alumnos tienen que hacer un  gran esfuerzo en mantener su atención, y el docente tiene que hacer un esfuerzo extraordinario en mantener el contacto emocional a distancia con sus alumnos.

No hay nada que transmita más a otra persona que nos importa que mirarla a los ojos mientras nos habla. Esa atención plena, según Daniel Goleman, es una forma de amor. Goleman en su libro “Focus” habla acerca de cómo cultivar la atención en los tiempos que vivimos es una herramienta para lograr la excelencia, y la conexión con nosotros mismos y con los demás.

En una era de distracciones permanentes, donde los medios de comunicación digital son cada vez más rápidos, más numerosos, más potentes, y nos permiten llegar a lugares y en momentos en los que no hubiéramos imaginado hace unos años, no deberíamos olvidar que al final, lo que nos conecta con los demás, lo que nos ha convertido en los humanos que somos es simplemente mirarles a los ojos.

PAISAJES DE APRENDIZAJE, HERRAMIENTAS DIGITALES Y NEURODIDÁCTICA (II)

Siguiendo con el planteamiento de la entrada anterior Paisajes de Aprendizaje, Herramientas Digitales y Neurodidáctica (I) voy a seguir detallando el proceso de análisis hasta llegar a la creación de un paisaje de aprendizaje que combina las tareas descritas en la Taxonomía de Bloom y los principales procesos que intervienen en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En la siguiente tabla de análisis están descritas algunas de las herramientas TIC-TAC más utilizadas en el ámbito educativo, atendiendo a los siguientes elementos:

A. COMPETENCIAS DEL SIGLO XXI (World Economic Forum, 2016)
1. Lectoescritura
2. Matemáticas
3. Ciencias
4. Alfabetización tecnológico digital
5. Educación Económica
6. Cultura cívica
7. Pensamiento crítico y resolución de problemas
8. Creatividad
9. Comunicación
10. Colaboración
11. Curiosidad
12. Iniciativa
13. Persistencia
14. Adaptabilidad
15. Liderazgo
16. Sensibilidad social y cultural

B. COMPETENCIAS DEL CURRICULO ESPAÑOL (RD 126/2014)
1.º Competencia lingüística.
2.º Competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnología.
3.º Competencia digital.
4.º Aprender a aprender.
5.º Competencias sociales y cívicas.
6.º Sentido de iniciativa y espíritu emprendedor.
7.º Conciencia y expresiones culturales.

C. NEURODIDÁCTICA
Los procesos cognitivos son las maneras de procesar la información que tenemos en nuestro entorno, a través de la experiencia y de la percepción. Nos permiten resolver conflictos, recordar datos y eventos y tomar decisiones, adaptarnos al medio y generar nuevos conocimientos: atención, memoria, funciones ejecutivas, motivación, curiosidad.

En base a todos estos elementos, he analizado las principales herramientas digitales que se usan en las aulas, dando como resultado las siguientes tablas.

Este análisis también sirve para responder a las preguntas: ¿Para qué sirve cada herramienta? ¿Qué competencias del siglo XXI y del actual currículo se ponen en marcha con su uso? ¿Qué procesos cognitivos claves en el proceso de aprendizaje-enseñanza intervienen principalmente en el uso de cada uno?

 

 

 

 


 

¿SABES DÓNDE ESTÁ EL AMOR?

 

«¿Qué es el amor?» Ed. Edelvives. Ilustración: Anna Laura Cantone

Una pregunta que ha interesado siempre al ser humano, que ha generado escritos, reflexiones filosóficas , religiones y creaciones artísticas a lo largo de la Historia, y que la Ciencia, hasta hace no mucho, no se interesó en investigar.

En una entrada anterior, ya intenté recoger la evolución en el estudio del «corazón» humano, situando biológicamente el origen y funcionamiento de las emociones en el sistema límbico . Pero, ¿hay una estructura cerebral donde se pueda situar el amor? ¿Cómo funciona?

Ciencias como la etología y la psicología han investigado sobre ello durante el siglo pasado.  El etólogo Konrad Lorenz, por ejemplo, afirmó que:

«El amor es el producto más maravilloso de diez millones de años de evolución.»

El psicoanalista Erich Fromm escribió:

«Sin amor, la humanidad no podría existir siquiera por un día.»

Los etólogos, biólogos y psicólogos estudian y explican como los mamíferos estamos equipados biológicamente para el amor. Este amor implica vínculos selectivos, duraderos, y a veces desinteresados.

Pero, si la Teoría de la Evolución es básicamente egoísta y de lucha continua con la competencia, ¿qué pinta el amor en todo esto? 

Desde el punto de vista evolucionista, el amor es un instinto, que surge desde nuestro hipotálamo y que tiene como finalidad la reproducción de nuestros genes. Pero, los mamíferos, han desarrollado un sistema límbico que les permite tener emociones libres de egoísmo. En los primates, este tipo de emociones «no egoístas» está más desarrollado.

A medida que el córtex cerebral evoluciona en el Homo Sapiens, el tipo de amor instintivo o de apego maternal que tienen el resto de mamíferos, evoluciona hacia un amor más incondicional y dirigido a más seres con los que no se comparten genes.

Este tipo de amor se da en otros mamíferos, que son capaces de «amar» incondicionalmente a otros animales que no son de su misma especie, como es el caso de los perros u otros animales domesticados.

Los investigadores Helen Fisher y Arthur Aron de la Universidad Stony Brook , usaron técnicas de neuroimagen para estudiar las relaciones amorosas entre los estudiantes. Descubrieron que durante los primeros meses de enamoramiento, al mirar la fotografía del enamorado/a se iluminaba únicamente las regiones más primitivas del sistema límbico que activa el circuito de recompensa, el núcleo caudado, pero después de dos años de vinculación amorosa, las áreas que más se activan son el giro cingular anterior y la ínsula, con sus neuronas espejo y huso. Por tanto el «eros» emocionalmente egoísta, evoluciona con el tiempo hacia un vínculo emocionalmente empático.

Son las conocidas como «Fases del amor»:

1ª etapa: Deseo

Caracterizado por el deseo sexual y la búsqueda de gratificación. Lo que sería el «apareamiento» en los animales. En términos bioquímicos aquí tienen su papel estelar los estrógenos y los andrógenos.

2ªetapa: Amor Romántico

Caracterizado por la sensación de euforia, la obsesión por el objeto amoroso y la focalización en él. Aquí actúan a nivel químico  la dopamina, la norepinefrina y la serotonina, causantes de la sensación eufórica que tanto se asocia con el enamoramiento.

3ª etapa: Nido

Caracterizado por el sentimiento de calma, paz y seguridad que se genera en la construcción de un proyecto común. Destaca el papel de la oxitocina y la vasopresina.

Esta evolución del amor instintivo hacia el amor incondicional, y que en algunos seres humanos llega hasta la compasión más altruista ha sido ignorada durante años desde la psicología. Se creía que el amor es una respuesta aprendida, una creación social y cultural y no una necesidad natural.

Para el conductismo el amor era una respuesta condicionada por la estimulación erógena. Los psicoanalistas, en términos generales, confundieron emociones positivas con instintos «reptilianos», como el deseo sexual o el hambre. La neurociencia, en aquellos tiempos, todavía no había podido demostrar que  el cerebro de un bebé humano está más conectado a su madre por la piel que por el estómago o cualquier otro órgano.

Muy interesantes son las aportaciones de  la profesora Cindy Hazan y su teoría acerca del amor romántico como un proceso de apego, que sigue patrones muy similares al apego infantil: «un proceso biosocial mediante el cual se forman lazos afectivos entre amantes adultos, al igual que los lazos afectivos se forman más temprano en la vida entre los bebés humanos y sus padres.»

¿EN QUÉ PARTE DEL CEREBRO ESTÁ EL AMOR?

El amor no está en el hipotálamo, ni en en el neocórtex. No es un instinto ni es algo racional. El amor se encuentra localizado en nuestro cerebro en la misma área donde se sitúan los olores, los cuidados y los recuerdos: el giro cingular anterior límbico, el mismo cerebro primitivo «olfativo» que anima a las ratas a olisquear a sus crías para poder localizarlas en la oscuridad.

En los humanos, este cerebro olfativo ha evolucionado hacia un cerebro visual-auditivo, que nos permite aumentar nuestra sintonía emocional con otros seres. Las palabras, los datos, los hechos, no se analizan igualmente desde esta parte de nuestro cerebro. No funciona la memoria explícita, sino la implícita, que incluso deja recuerdos cuando el deterioro cognitivo destruye nuestra parte más racional. Podemos recordar un olor, una canción, un nombre durante años, sin saber conscientemente que nuestro cerebro «amoroso» lo ha guardado por nosotros.

¿Y esto para qué sirve? ¿Qué sentido tiene desarrollar un amor desvinculado de la mera reproducción sexual y egoísta, genéticamente hablando?

Evolutivamente, el aumento del tamaño de nuestro cerebro y la complejidad de nuestras relaciones basadas en la dependencia mutua ha hecho que el amor incondicional y el perdón se conviertan en un elemento adaptativo para la supervivencia de nuestra especie desde los tiempos en que vivíamos en la sabana. Sin la vinculación afectiva a otros individuos, el Homo Sapiens no hubiera sido capaz de sobrevivir a los depredadores, más rápidos y mejor dotados biológicamente para la caza  o la búsqueda de alimentos desde el momento de nacer.

Por tanto, nuestro sistema límbico ha evolucionado para convertir el deseo sexual instintivo en un afecto duradero y específico. Desde el dominio neuroendocrino del hipotálamo, que predomina en la adolescencia, somos capaces de llegar a la elección madura de pareja, característica de los lóbulos frontales. Podemos decir que el «amor primate», aunque no es totalmente libre de la biología, si que está basado en elecciones muy flexibles.

¿CÓMO APRENDEMOS A AMAR? 

En su obra «El arte de amar», Erich Fromm analiza la complejidad del amor, más allá de la sensación placentera y de la búsqueda de un paliativo para la soledad humana. Para Fromm, amar es un arte que requiere conocimiento y esfuerzo, y que se domina, como todo arte, a base de práctica; es un proceso activo y de construcción.

El amor a primera vista, el enamoramiento, como hemos visto, es un deseo, una ilusión química con fecha de caducidad (que oscila entre los 18 y los 30 meses), pero la vinculación humana profunda requiere tiempo y requiere actividad consciente.

Según  G. E Vaillant, aprendemos a amar a través de la neuroquímica, los genes y la identificación con personas que nos quieren y nos permiten quererlas.

Los genes determinan nuestra estructura cerebral de mamíferos, que se diferencia de la de otras especies.

La neuroquímica cataliza el amor duradero y selectivo. La oxitocina, conocida como «hormona del abrazo», permite a los mamíferos superar su aversión extrema a la proximidad de otros. La oxitocina se genera tras el parto y asegura la vinculación y el cuidado de las crías. También se produce tras el orgasmo, asegurando la vinculación de la pareja.

Los centros cerebrales dopaminérgicos, ricos en oxitocina, son parte intrínseca del sistema límbico humano, e intervienen en los afectos a largo plazo en los mamíferos.

Pero para que se produzca el afecto mamífero duradero, tan importante como la química cerebral es el entorno amoroso donde nos desarrollamos y la identificación con los demás.

La autorregulación en la conducta amorosa no puede venir nunca de un cerebro que se desarrolla en solitario, sino de un cerebro que se va transformando a partir de las experiencias amorosas o de vinculación o apego que va teniendo a lo largo de su vida. 

El primer paso a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte el vivir. Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, música, pintura, carpintería o el arte de la medicina o la ingeniería.
¿Cuáles son los pasos necesarios para aprender cualquier arte? El proceso de aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominio de la teoría; la otra, el dominio de la práctica.

Erich Fromm, «El arte de amar.»

Pues sólo queda, ponerse a practicar…